jueves, 5 de enero de 2012

EL CUARTO REY MAGO




Leyenda antigua rusa: El cuarto Rey Mago

Se cuenta en una leyenda antigua rusa que fueron cuatro Reyes Magos que luego de haber visto la estrella de Navidad en el cielo Oriente, partieron todos juntos llevando los regalos para el hijo de Dios, aparte de oro, incienso y mirra, el cuarto rey mago llevaba vino y aceite en gran cantidad todo sobre sus burritos en una apariencia humilde.

Después de varios días atravesaban el desierto cuando una tormenta de arena los agarró. Todos desmontaron y se cubrieron con sus mantos colores variados como mejor pudieron soportando el temporal refugiados detrás de los camellos que estaban arrodillados sobre la arena. A diferencia de los otros tres reyes magos, el cuarto rey mago no tenía camellos sólo burros, y en la tormenta divisó una choza en la cual buscó amparo, a duras penas logró meter sus animalitos en el corral de pirca y espero a que se calmara el mal tiempo.
Ya en la mañana se había calmado el clima y los viajeros se prepararon para seguir con la marcha, sin embargo el pastor dueño de la choza que había acogido al cuarto rey mago se encontraba en problemas, pues la tormenta había dispersado sus ovejas que escaparon en el desierto. El pobre pastor no tenía cabalgadura ni fuerzas por la edad para cumplir esta tarea.
Entonces es aquí cuando el cuarto rey mago entra en un dilema, si ayudaba al pastor a reunir sus ovejas se retrasaría y no podría seguir con sus compañeros. El camino era difícil de seguir y la estrella de navidad no estaría ahí por siempre pero su buen corazón le decía que no podía dejar a este viejo pastor que lo había acogido. ¿Con qué cara se presentaría ante el Mesías si no ayudaba a su prójimo?
Decidió quedarse a ayudar al anciano y demoró una semana en volver a reunir todo el rebaño, calculando el tiempo y la distancia de la caravana se dió cuenta que sus camaradas estaban demasiado lejos, además su aceite y vino disminuyó en estos días al haberlo compartido con el anciano, pero no se amilanó. Se despidió y poniéndose en marcha aceleró el paso de sus burritos para acortar la distancia. Luego de mucho viajar sin un rumbo definido llegó a un lugar donde vivía una madre con muchos niños pequeños y la cual tenía un esposo que estaba muy enfermo. Era el tiempo de la cosecha y si no se recogía la cebada, las aves y el viento acabarían con los granos que ya estaban maduros.
Es así que el cuarto rey mago se encontró a un nuevo dilema, si se quedaba a ayudar a esta familia campesina el tiempo perdido sería tal que tendría que hacerse a la idea de que no encontraría su caravana, pero por otro lado si no lo hacía ¿cómo tendrían pan para el resto del año, la madre , el enfermo y los niños?.
No tenía corazón para presentarse ante el Mesías si no era capaz de ayudar a sus hermanos en tiempos de necesidad, así que se demoró varias semanas hasta lograr recoger todo el grano, pero así su vino y aceite disminuyó más al ser compartido con esta familia.
Para este momento la estrella de Navidad ya había desaparecido, tenía solo la dirección del recorrido y las huellas que desaparecía de la caravana de sus compañeros. Sin embargo en el camino que siguió encontró nuevos retrasos por muchos hermanos necesitados y en el cual ayudo a cada uno de ellos en diferentes circunstancias. Pasaron casi dos años para cuando llegó a Belén, mas al llegar el recibimiento que encontró era de lo más desolador, llantos gritos y angustia se escuchaba por doquier, madres envuelta en la sangre de sus hijos que los llamaban sin encontrar respuesta, una orden del Rey del lugar decreto que los niños debían ser asesinados. El pobre rey no entendía nada, sólo se limitó a andar por esas tristes calles preguntando por el rey Mesías, mas todos lo miraban desolados pidiendo que por favor se fuera, en ese trajín alguien le dijo que esa misma noche el Mesías había huido hacia Egipto.
Quiso seguir su viaje pero no pudo, su corazón no le dejo irse, Belén era una desolación, alguien debía consolar a las madres, enterrar a sus hijos, curar las heridas de quienes intentaron impedir los asesinatos, vestir a los desnudos y demás. Estuvo mucho tiempo ahí gastando su aceite y vino, además regalo algunos de sus animales porque ya su carga se había acabado; además aquellas personas estaban más necesitados que él.
Cuando se dispuso a seguir su camino rumbo a Egipto, había pasado ya mucho tiempo, también su tesoro había disminuido, pero pensó que si alguien comprendería este trajín seria el rey Mesías ya que lo había hecho por sus hermanos.
En este nuevo viaje tampoco tuvo momentos sin novedad, nuevas personas necesitadas, angustiadas sin consuelo se aparecían y como antes no les pudo decir que no. Siempre tuvo miedo por la tardanza en la que se encontraba pero no podía contra su buen corazón, su único consuelo era que si alguien podía entender este retraso de años era el rey Mesías.
Cuando llegó a Egipto se enteró que ya Jesús no se encontraba ahí, había vuelto hacia Nazaret ya que en sueños José había recibido la noticia de que ya estaba muerto quien quería muerto a Jesús.
Aunque le entristeció esta nueva noticia a nuestro rey mago, no lo desánimo y decidido a encontrar al Mesías, continuó su búsqueda a pesar de sus retrasos y fracasos, ya no tenía la cantidad de burros con la que empezó su viaje y sus tesoros fueron desapareciendo con el paso del tiempo pues las necesidades de los demás retrasaban su marcha por donde fuere, así pasaron 30 años, siguiendo las huellas de quien nunca había visto y por quien había gastado su vida en su búsqueda.
Se enteró de que había ido a Jerusalén y que allí moriría. Esta vez decidió encontrarlo como fuera, ensilló el último burro que tenía, cargo la última porción de vino y aceite, con las únicas 2 monedas de plata que le quedaba de su tesoro inicial partió de Jericó subiendo hacia Jerusalén. En el camino confirmó con un levita y a un sacerdote que le adelantaron, si ese era el camino, así se hizo de noche cuando andando un poco más escucho unos quejidos en la vera de la ruta. Al parecer los que lo adelantaron no se detuvieron a ver de quién se trataba, pensó en seguir como lo hubieran hecho el levita y el sacerdote, más de nuevo lo detuvo su corazón.
Se bajó del burro y se dirigió dónde venían los quejidos, descubrió a un hombre que había sido herido y asaltado; sin pensarlo dos veces con el poco vino que le quedaba limpió las heridas al hombre, con el aceite unto las lastimaduras y lo vendó con su propia ropa la cual desgarró a modo de vendas, lo subió a su burrito y desvió su rumbo hasta una posada donde pasó la noche cuidándolo. Por la mañana se dirigió al dueño del albergue al cual le entregó las 2 monedas de plata diciéndole que era para cuidados y gastos del hombre herido, también dejo su burrito y si hubiera algún gasto más él le pagaría al regresar.
Así siguió a pie un largo camino, solo, viejo y cansado, cuando llegó a Jerusalén no tenía ya fuerzas que le quedaran para sí, era un mediodía de un viernes antes de la fiesta de la Pascua. La gente estaba que comentaba un suceso en la ciudad, al parecer algo había pasado, escuchó entonces de los que venían del Gólgota comentarios sobre el Mesías, que se encontraba agonizando en la cruz. Con las últimas fuerzas que le quedaban se dirigió hacia ahí casi desfalleciente cargando sobre sus hombros una cruz hecha de años de búsqueda, de caminos de desilusión y ahora de pena por saber que la persona por la que viajó se encuentra sufriendo por causa de sus hermanos.
Cuando llegó a rastras dirigió su mirada hacia el agonizante, sin saber a ciencia cierta qué decir y casi suplicando le dijo:
-          Perdóname. Llegué demasiado tarde.
Desde la cruz se escuchó una voz que le dijo:
-          Hoy estarás conmigo en el paraíso…

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